La madera, tal y como se encuentra en la naturaleza, no se puede utilizar en nuestra vida cotidiana: su estructura, de hecho, no garantiza la seguridad desde el punto de vista de la durabilidad en el tiempo, ya que puede resultar dañada tanto por la acción de organismos lignívoros (hongos, insectos, bacterias y otros microorganismos de diversa índole) como por la absorción de cantidades excesivas de agua y humedad (la madera es un material higroscópico, por lo que adquiere y pierde humedad en función de las condiciones ambientales en las que se encuentre).
Por lo tanto, para que pueda ser utilizado por el ser humano, es necesario aumentar la resistencia de este material, eliminando las fragilidades naturales que caracterizan a las especies de madera . ¿Cómo? Mediante el tratamiento térmico, un proceso que actúa sobre la estructura molecular de la madera, modificando permanentemente sus propiedades (color, densidad, estabilidad dimensional) y su durabilidad biológica.
Madera tratada térmicamente: las fases del proceso de alta temperatura
El tratamiento térmico actúa, de forma totalmente natural, sobre la estructura molecular de la madera (compuesta de celulosa, hemicelulosas y lignina), para modificar de forma permanente sus propiedades químico-físicas y aumentar su durabilidad biológica. Para ello, utiliza temperaturas que oscilan entre 90° y 250° y se divide en tres fases dentro de cámaras de secado específicas:
- Secado. Este es el preámbulo básico para proceder con el proceso de alta temperatura propiamente dicho, porque el secado, en pocas palabras, es el proceso por el que se elimina el agua y la humedad contenidas en un sólido. En el caso de la madera, ocurre así: la temperatura del secadero se eleva rápidamente hasta unos 100° por la acción del vapor y el calor, momento en el que la progresión térmica se ralentiza y continúa de forma gradual más o menos hasta los 130°. Durante este tiempo, se produce el secado y la madera libera casi toda la humedad que contiene.
- Tratamiento térmico. Entramos en la fase culminante del proceso, aquella en la que se produce la degradación térmica de las hemicelulosas de la madera (entre las principales responsables del cambio permanente de las propiedades del material). La temperatura experimenta un nuevo aumento y, cuando supera ligeramente los 200°, se mantiene constante durante algunas horas (la duración real depende del uso que se vaya a dar a la madera en cuestión): es durante estos instantes cuando se produce la modificación estructural definitiva de la madera.
- Enfriamiento y restablecimiento de la humedad. La última etapa consiste en bajar la temperatura. Cuando alcanza los 80/90°, se produce el proceso que devuelve a la madera las cantidades mínimas de humedad (entre el 8% y el 9%) necesarias para su uso.
Cómo tratar la madera con secaderos de madera
Las indicaciones dadas en el apartado anterior sobre la fase de secado son de carácter general: si entramos en los detalles, sin embargo, nos daremos cuenta de que puede variar, tanto en lo que respecta a las temperaturas como a la propia articulación del proceso, en función del tipo de madera que se vaya a curar. Sin embargo, independientemente de la especie de madera con la que tenga que tratar un secadero, hay una piedra angular que no se puede pasar por alto en ningún contexto: el secado debe realizarse de manera que no se creen tensiones anormales en la madera, de las que puedan derivarse deformaciones y grietas comprometedoras. Para evitarlo, todos los aspectos que intervienen en el proceso deben estar perfectamente controlados: hablamos, por supuesto, de la temperatura en el interior de la cámara (cuanto más alta sea, más rápido saldrá la humedad de la superficie de la madera), de las variaciones de humedad a las que está sometida la madera y de la circulación del aire, que actúa sobre el material a través del calor, eliminando el agua.
Solo un control calibrado de los factores mencionados permite obtener un resultado eficaz y, para ello, existen diferentes tipos de secado:
- En la cámara. Las pilas de madera se colocan en cámaras aisladas en las que se puede forzar el secado regulando la temperatura, la humedad y el flujo de aire. Incomac propone tres alternativas a este respecto (instalaciones Icd, Tag e Idv).
- Por condensación. Adecuada para maderas delicadas, se lleva a cabo a bajas temperaturas, basándose en un control constante de la humedad. Existen dos máquinas Incomac que realizan este tipo de secado (instalaciones Mac y Mac_Hybrid).
- Por alta frecuencia. Es el tratamiento más rápido, ya que utiliza un campo eléctrico de alta frecuencia para sobrecalentar la madera. Las soluciones Incomac que funcionan a estas altas temperaturas son las instalaciones Vap, Iht y Pal.
- Vacío. En cámaras herméticas especiales, se reduce la presión atmosférica para acelerar el proceso de secado incluso a temperaturas inferiores a 90°.
La importancia de la humedad de la madera y el equilibrio garantizado por el secado
La humedad es uno de los elementos más relevantes en el tratamiento térmico de la madera, sobre todo porque este material, como ya se ha mencionado, es higroscópico, es decir, es capaz de absorber la humedad en cada fase de su ciclo de vida para alcanzar un equilibrio con su entorno, variando sus propiedades de tamaño y resistencia. El objetivo del secado es precisamente generar el ambiente idóneo para que cada tipo de madera libere la cantidad de agua necesaria para poder continuar con el proceso de modificación térmica sin sufrir contratiempos o, peor aún, desconchones en la estructura.
Tras la exposición a las temperaturas abrasadoras de la segunda fase del proceso, la humedad vuelve en la fase final de enfriamiento: incluso la madera tratada térmicamente necesita contener cantidades de humedad, aunque no tanta, para poder utilizarse en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, se garantizan las características recién adquiridas de estabilidad, resistencia a la intemperie y durabilidad.